10 (X) Domingo del Tiempo Ordinario – Junio 10
El pecado afectó el plan de Dios, pero la victoria está asegurada
Temas: El pecado. La humanidad con el
pecado se esconde de la mirada de Dios y solo en esa mirada encontrará el verdadero
sentido de su existencia; La vida cristiana una lucha de valientes que busca
alcanzar la vida eterna: la resurrección; El pecado rompió la familiaridad con
Dios, la cual se restablece formando parte de la familia de Jesús, haciendo la
voluntad del Padre, esta es la forma de corregir el desorden que introdujo el
pecado en el proyecto de Dios.
Gn 3, 9-15: El relato coloca sobre el tapete la realidad del pecado
y sus consecuencias. La primera consecuencia es “ocultarse de la vista de Yahvé”, desde entonces, Dios anda
buscando al hombre, “¿Dónde estás?”; como
segunda consecuencia el hombre tiene miedo; y se demuestra que el pecado es una
realidad que ha involucrado la raza completa: hombre y mujer. Este relato es un llamado a despertar la
conciencia y reconocer el resultado desastroso, el desorden, que el pecado
introdujo en el plan de Dios. No hay que buscar culpables, pero tampoco evadir
la responsabilidad. El texto termina dejando ver que habrá una victoria final,
el v. 15 es el primer destello de luz que anuncia la salvación, el llamado
proto-evangelio, es decir, la primera Buena Nueva, que se anuncia después del
pecado. Hay que destacar las preguntas que Dios hace: ¿Dónde estás? ¿Quién te
enseñó que estabas desnudo? ¿Qué es lo que has hecho? – el texto muestra que el
hombre ahora está desnudo, es decir en su realidad más desprotegida, lleno de
miedo, escondido de Dios. Dios responde con la promesa de una victoria
definitiva.
Salmo 130 (129). Es uno de los salmos penitenciales, pero
fuertemente marcado por la esperanza. La respuesta de la humanidad a las
preguntas de Dios, ¿Qué es lo que has hecho? el hombre está en la realidad más
profunda de su pecado, de su culpa, pero al mismo tiempo descubre que su
esperanza y confianza en Dios le garantizan el perdón. Solo de Dios puede venir
el perdón.
2 Cor 4, 13 – 5,1 Podría llamarse: valientes hasta el fin;
argumenta la situación de valentía (vv. 13-15) la batalla es de cada día hasta
alcanzar el objetivo, llegar al final (vv. 4,16 - 5,1). San Pablo infunde
ánimo, invita a tener fe, a creer en el anuncio de salvación, aunque dura
parezca la realidad hay que mantener la fe y la esperanza. Al final de nuestra
historia está la victoria de la vida eterna, la resurrección. Dios nos tiene
preparada una morada definitiva a su lado. Hay que mantener la batalla día a
día, la victoria es nuestra.
Mc 3, 20-35. El Evangelio muestra que
la promesa hecha, el proto-evangelio, se cumple en Jesús de Nazaret, sin
embargo su aceptación no es facilista, aparecen las dificultades: sus parientes
piensan que está loco, “fuera de sí”, los escribas piensan que “está
endemoniado”, “poseído por Belcebú”. Para aceptar su acción salvadora es
necesario formar parte de su “nueva familia” y para ello es necesario cumplir
la voluntad de Dios; de la cual María es modelo, pues siempre en su vida aceptó
la voluntad de Dios. Se dejó moldear por el amor de Dios.
El pecado y sus consecuencias no han vencido… hay una victoria gloriosa
El pecado es desobediencia a
Dios, nos aleja de él, infunde sentimientos de miedo, de frustración, de
querernos esconder de su vista y su diálogo; la solución está en abrirnos a su
esperanza a través de la oración y aceptación de su benevolencia para con la
humanidad caída. El pecado no puede descorazonarnos, es necesario frente a la
realidad del mal mantener firme la esperanza y la confianza en el amor
perdonador de Dios.
Dios todo lo ha hecho por amor, el
hombre es su hijo, miembro de su familia, si el hombre se le esconde, Él va en
su búsqueda, lo llama, ¿Dónde estás? Hoy también se escucha su grito buscándote
a ti, a mi… no quiere que se le pierda ni uno solo de sus amados hijos. No nos
escondamos más de su mirada y de su Palabra, dejémonos encontrar por Dios.
Podemos preguntarnos ¿Dónde
estamos en nuestra relación con nuestro Padre Dios? ¿Confiamos en Él a pesar de
nuestro pecado? ¿Tenemos certeza que nos ama y que el perdón solo puede venir
de Él? Nuestra historia de mal, de dolor, de sufrimiento no tienen punto de
comparación porque nos espera una victoria gloriosa, victoria que inicia ya,
hoy, en el momento que acepto a Jesús como Hijo de Dios, mi salvador, y entro a
formar parte de esta familia súper especial que vive de hacer la voluntad de
Dios. Familia que se llama Iglesia y que cuenta con la presencia de María como
modelo de discípulo que hace la voluntad de Dios.
Hay otra pregunta de Dios que no
puede quedar sin respuesta ¿qué es lo que has hecho? Cada uno debe interrogarse
seriamente ¿qué he hecho con la vida que me ha regalado Dios? Esta vida debe
ser para entrar en diálogo y amistad con Él, aceptar que soy su hijo; no puedo
dejarme engañar de voces de otros que me confunden hablando “cosas extrañas de
Jesús”, confundiéndolo con un loco, con un endemoniado. Pregúntate ¿Qué me han
dicho otros de Jesús? Dios no me engaña, Él me habla claro; aunque hayan
dificultades la victoria es suya, solo debo aprender a vivir como su hijo, sin
desesperarme por el pecado, más bien aprender a confiar en mi Padre, en su
amor.
Dios está con nosotros,
mantengámonos firmes en nuestra fe, en nuestra Iglesia, busquemos formarnos
cada día mejor; es necesario profundizar la fe, la oración desde la Biblia,
aprender a descubrir y vivir la voluntad de Dios. El creyente desde su experiencia
de amor con Dios debe ser misionero, anunciar la Buena Nueva a otros, como dice
San Pablo: “También nosotros creemos, y
por lo tanto hablamos”, o como nos pidieron los obispos en Aparecida, ser
discípulos misioneros, no tengamos miedo de hablar con Dios y hablar de Dios a
nuestros hermanos. No nos escondamos más, ¡abandonen su escondite y vengan al
encuentro con el Dios del amor! Para que cuando Dios pregunte ¿Qué es lo que
has hecho? Se Pueda responder: he vivido
de esperanza y confianza en Ti mi Señor, he vivido haciendo tu voluntad, he
sido de tu familia, no me he escondido, asumí y viví la misión.
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