Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Carne y Sangre del Señor
Temas: Nueva Alianza; Nuevo pacto; Eucaristía cumplimiento perfecto
de la Nueva Alianza con su realismo de Sangre y Carne del Cordero de Dios. La
Iglesia y el mundo tienen necesidad de la Eucaristía.
Éxodo 24,3-8. Estos versículos, por sus elementos, son la conclusión
o ratificación de la Alianza entre Dios e Israel. El intermediario entre Dios y
el pueblo es Moisés. Los elementos a resaltar son: los pactantes, la Alianza o
pacto, y el rito mediante el cual se sella el pacto. La Alianza como tal se
fundamenta en la Palabra de Dios, que va teniendo un proceso, primero Moisés
cuenta “todo lo que había dicho el Señor”
(v.3), luego el mismo intermediario las pone por escrito (v.4) y finalmente en
el rito, “toma el libro de la Alianza y
lo leyó al pueblo”; El pueblo, tanto a la narración como a la lectura
responde: “Haremos todo lo que manda (ha
dicho) el Señor y lo obedeceremos”. Esta Alianza se sella con un rito de
sacrificios de comunión y el rito de sangre, que se denomina “sangre de la Alianza”. Los pactantes son
Dios y el pueblo, este último viene nombrado tres veces y su rol se profundiza
incluso en las 12 piedras del altar.
Todos los elementos son releídos
a la luz del Nuevo Testamento. Dios sella una Nueva Alianza de sangre a través
de la Sangre de Cristo, y lo es con todo el pueblo, que es representado en las
12 nuevas piedras: los apóstoles.
Salmo 116 (114-115) El salmo proclamado recuerda especialmente los
versículos 12-19 en los cuales encontramos un grito de acción de gracias que se
hace efectivo mediante el rito de “alzar la copa de la salvación”, al mismo
tiempo se tiene el compromiso de cumplir los votos. Se trata de un salmo de
gratitud en cumplimiento de un pacto o Alianza, cuyo sabor ha sugerido un uso
profundo en la la liturgia cristiana para expresar el rito de la nueva Alianza,
alianza de Salvación en Jesucristo que se renueva en el sacrificio del altar,
la Santa misa donde se eleva la “copa de la salvación con la Sangre de Cristo
nuevo cordero.
Hb 9, 11-15. El texto forma parte de la gran reflexión sobre la
superioridad del culto, del santuario y del sacerdocio de Cristo comparado con
los elementos de la Antigua Alianza. Cristo es el Sumo sacerdote de los bienes
futuros pero ya realizados en su sacrificio, Él oficia en una “Tienda” (Santuario)
perfecto, su ofrecimiento es su Sangre que propicia la liberación definitiva,
ella purifica de toda obra muerta para así rendir el culto correcto al Dios
vivo. Cristo es el mediador de la nueva Alianza y con ella se recibe la herencia
eterna prometida. Este pasaje de la Nueva Alianza hace notar que aquí el
Sacerdote – mediador se identifica con la ofrenda, es Él mismo quien se ofrece.
Esta Alianza establece una eficacia única gracias a la sangre de Cristo.
Mc 14,12-16.22-26. El evangelio corresponde a dos pasajes: Los
preparativos de la cena pascual (vv.12-16) y la llamada institución de la
Eucaristía (vv. 22-26). El lugar de la cena es anunciado “proféticamente” por
Jesús, que mediante una señal indica el lugar ya completamente preparado, todo
se mueve en un ambiente sobrenatural. Todo acontece como lo ha anunciado Jesús.
La institución de la Eucaristía como se sabe se hace sobre los dos elementos:
Pan y vino, que por las palabras de Jesús se convierten en “su cuerpo y su
sangre”, las expresiones recalcan el realismo de este acontecimiento, es algo
real, no se trata de algo simbólico. San Juan subraya aún mucho más este
realismo: “el pan que yo voy a dar es mi
carne… mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida” (Jn 6,
51.54.55)
La Iglesia y el mundo tienen
necesidad de la Eucaristía.
La revelación es progresiva, la
Alianza definitiva adquiere su cumplimiento en Cristo Jesús, que con su
sacrificio sella la relación íntima con Dios. En la realidad de la carne y
sangre de cristo que se dan como alimento al creyente se renueva la relación
vital entre Dios y su pueblo. Esta relación vital, es decir, cuestión de vida,
por tanto la Iglesia para su vida y ministerio necesita de este particular y
único alimento; así mismo la sociedad, el mundo necesita ser alimentado en su relación
más profunda con Dios, por ello la Eucaristía le es necesaria en su camino de
santidad, de realización, de comunión. ¡La auténtica fe no puede vivir sin
Carne y sangre del Señor!
La nueva Alianza necesita ser
pactada, sellada de manera personal con cada nuevo miembro del pueblo de Dios y
una vez que se hace la preparación para celebrar ese pacto (La Primera
Comunión), nunca más deberíamos alejarnos de este exquisito banquete, permanecer
en él nos garantiza esa relación íntima con lo divino que no se alcanza a ese
nivel por otros caminos. Se puede crecer en la dimensión de lo espiritual pero
nunca a la altura y velocidad como lo hace la Eucaristía bien celebrada y
vivida. Para el cristiano católico debe ser claro, no desde las fuentes de la
ley o la exigencia, sino desde el compromiso de amor que par aun creyente no
debe existir un domingo sin Eucaristía.
La realidad de la Carne y Sangre
de Cristo, por ser ellas en su realidad más evidente merecen todo nuestro amor
y respeto. Esto exige que les tributemos culto de adoración; que acontece tanto
en la celebración del mismo banquete, nos arrodillamos porque estamos frente a
Jesús, e igualmente le ofrecemos ese culto en la Adoración Eucarística entrando
en un diálogo íntimo con Jesús realmente presente bajo las apariencias del pan
consagrado, Santísimo sacramento del altar. Adorar la Eucaristía (Sangre y
Carne de Jesús) es tener un cara a cara amistoso con Cristo Jesús, Hijo de
Dios, y Él con toda la Trinidad Santa.
En la Hostia consagrada está
presente la Carne y la Sangre de Jesús. En el pan está Jesús entero, y en el
vino está Jesús entero, por ello quien come o adora el pan consagrado come la
carne y la sangre de Jesús, y a Él adora. Tomemos conciencia de su presencia y maravillémonos
de su cercanía para con nosotros.
Es necesario para crecer en la fe
y la santidad aprender a gastar (pasar) tiempo en la visita al Santísimo
Sacramento en las capillas de adoración, meditar en silencio la institución de
la Eucaristía, contemplar a Cristo en su pasión, dejarnos mirar por Él, mirarlo
a Él y tener el cara a cara amoroso en el cual nadie podrá suplirnos pues es una
experiencia personal. Te invito a que asumas el compromiso de pasar aunque sea
unos 15 minutos con Jesús Eucaristía en alguna de sus capillas de adoración. El
secreto del éxito de Santa Teresa de Calcuta estaba en pasar a diario 2 horas
en silencio con el Santo Sacramento del altar.
“Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo
predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el
cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el «arte de la
oración», ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en
conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante
Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos
hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza,
consuelo y apoyo!” (SAN JUAN PABLO II, Ecclesia de Eucharistia 25).
Cuando se hace la exposición del
Santo Sacramento, hay que comprenderla en sus dos sentidos: Cristo se expone a
nuestra mirada, a nuestra oración, por eso no debemos cerrar los ojos o agachar
la cabeza, pues se expone para ser visto y adorado, ciertamente con reverencia.
En otro sentido la exposición del Sacramento me invita a exponer lo que hay en
mi corazón, a dejarme ver y conocer tal cual soy, a exponer mis pobrezas
interiores, mis incapacidades espirituales y físicas, mis preocupaciones, a
colocar todo bajo su mirada.
“La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico,
Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a
encontrarlo en la adoración... No cese nunca nuestra adoración” (San Juan
Pablo II, Catecismo Católico 1380).
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