II Domingo del Tiempo Ordinario (Enero 14 de 2017)

La vida Cristiana un llamado que exige una respuesta de camino…

Temas: El llamado de Dios, el discipulado, la responsabilidad en el anuncio de la salvación, la vida cristiana, discípulos misioneros.

1 Sm 3, 3b-10. 19 conocido relato del llamado de YHWH (Yahvé)  al niño Samuel (Shemē’ēl – el que es de Dios). El relato muestra que Dios llama de manera personal, cada uno es llamado por su nombre; Samuel orientado por el sacerdote Elí supo responder a la llamada de Dios. Dos respuestas claras: “Aquí estoy” y “Habla  que tu siervo escucha” evidencian la disponibilidad y aceptación del plan de Dios.

Salmo 40 (39) Salmo tripartito, tres partes: la primera proclama las acciones recibidas de Dios (vv. 2-6), la segunda responde con una acción de gracias (vv. 7-11), y la tercera es una oración de súplica para el momento de peligro (vv. 12-18). Las partes proclamadas en la liturgia son de las dos primeras secciones; se resalta la confianza que se ha puesto en Dios, y Él ha permitido o generado una respuesta adecuada, que tiene diversos matices: cántico nuevo, himno, la ley en las entrañas, proclamar la salvación, anunciar, son sencillamente esos matices concretos del “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

1 Cor 6, 13-20 Pablo en sus argumentos de evidenciar la responsabilidad cristiana recuerda que “Todo me es licito, más no todo me conviene”, de este principio del v.12 se concluye que ya no se trata de saber qué está permitido y qué prohibido, sino de discernir y ver qué permite o compromete el crecimiento espiritual. Abordando la realidad del cuerpo y su dimensión sexuada, el apóstol argumenta que la vida sexual empeña la pertenencia a Cristo, pues el cuerpo es para el Señor; el uso del cuerpo en su dimensión sexual impone el discernimiento y la perseverancia para mantener la santidad, “El cuerpo es templo del Espíritu” y él es instrumento para glorificar a Dios.

Jn 1, 35-42 El relato de los primeros discípulos de Jesús, en el evangelio de san Juan. El testimonio de Juan el Bautista, “He ahí el Cordero de Dios” motiva a dos de sus discípulos, Andrés el hermano de Pedro y otro discípulo, a seguir a Jesús. Todo el relato muestra un encuentro personal y profundamente íntimo: Jesús pasa, ellos lo siguen, él se vuelve, los mira, los interroga, ellos responden y son invitados a la casa, a vivir la experiencia de manera personal, no hay respuestas teóricas, es la experiencia de la vida, de allí nace el testimonio personal que motiva el anuncio del Señor, Andrés no puede callar, anuncia la noticia a su hermano Simón, quien en su encuentro personal con Jesús recibe un nuevo nombre, en arameo “Kefa” – “Roca”, traducido al griego como “Petros” – Piedra.

Llamado, discipulado, respuesta… etc. La vida cristiana es un misterioso y personal llamado de Dios, a veces confundimos quién nos llama, como el niño Samuel, que pensó que lo llamaba el sacerdote Elí; se necesita una ayuda humana y divina para descubrir el llamado, en la primera lectura es Elí, en el evangelio es Juan el Bautista, que orientan y ayudan a dar una respuesta correcta. He aquí la importancia del “Director Espiritual”, un ministerio poco valorado, hoy día, pero que es un verdadero instrumento de Dios para hacer santos. Hay que redescubrir este ministerio pastoral para ayudar a cada bautizado a responder, “Aquí estoy”,  “habla que tu siervo escucha”.

El llamado pide una respuesta,  no teórica sino vivencial, hay que vivir con Jesús, ir a su casa y pasar la vida con Él para descubrir realmente que es lo que Dios quiere y no vivir en el capricho del querer personal de cada uno. La vida cristiana es una vocación, un llamado de Dios para estar con él, es un llamado a todo bautizado, no se trata de un llamado particular, todo creyente es un discípulo, seguidor de Jesús, y por tanto en la vivencia de esa experiencia de amor se convierte en testigo de esa presencia única, esto es ser evangelizador, anunciador de la salvación.

Todo bautizado es “el que es de Dios”, es un Samuel, es un Andrés que pregunta ¿dónde vives, Señor? Que sigue, va y convive en la experiencia del Señor, que encuentra a su hermano, llámese como se llame, porque el otro es hermano, y lo invita a conocer el Mesías.  Ningún bautizado puede desentenderse de su responsabilidad de ser evangelizador, de compartir la experiencia de conocer a Jesús. Toda la Iglesia en movimiento misionero de anuncio y en seguimiento de Jesús, o como lo dicen los obispos en Aparecida: Discípulos misioneros del Señor Jesús.











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