XV Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B - Julio 15 de 2018
Llamados y enviados...
Temas: El llamado y envío de Dios, sus
características y efectos.
Amós 7, 12-15. El profeta Amós era un
campesino, un pastor o vaquero que cultivaba también sicomoros (1,1; 7,14),
originario de un pueblito llamado Técoa, ubicado en las colinas cercano a
Belén, de allí lo tomó Dios y lo envió a predicar. Su predicación tuvo como
centro el santuario cismático de Betel, de donde fue expulsado por anunciar su
ruina (7, 10-17), en este pasaje encontramos el “conflicto con Amasías, el sacerdote de Betel”. Texto estructurado así: Vv. 10-11 El sacerdote
Amasías informa al rey Jeroboam que Amós está predicando contra él y ha
anunciado la destrucción del santuario de Betel. Vv. 12-13 Amasías expulsa a
Amós del Reino de Israel (Reino del Norte), donde queda el santuario, le pide
que vuelva a Judá su tierra (Reino del Sur) y le prohíbe seguir profetizando en
Betel. Vv. 14-17 es la respuesta del
profeta Amós: en los vv. 14-15 Amós deja en claro que es profeta por encargo de
Yahvé, que él no lo hace por su propio gusto. Vv. 16-17, no obstante la prohibición,
el profeta comunica el mensaje recibido de Dios.
Salmo 85 (84) Este Salmo es una súplica
comunitaria que encuentra respuesta a partir del versículo 9, donde el salmista
anuncia “voy a escuchar lo que dice el
Señor”. Dios efectivamente habla de un futuro en el que se anuncian sus
acciones, un futuro marcado por la paz, la salvación, el encuentro entre la
misericordia y la fidelidad, los gestos de cercanía entre la justicia y la paz,
un tiempo bañado por todos estos gestos de Dios como si se tratara de la lluvia
a tal punto que se abunda en frutos.
Ef 1, 3-14. Este pasaje es un “bendición”
a Dios Padre por sus acciones concedidas a lo largo de la historia. En esta
oración encontramos una cascada o derroche de bendiciones de Dios en favor de
la humanidad, que se pueden condensar en la expresión “Nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales
y celestiales”. ¡Todo es bendición de Dios! El futuro del que hablaba el
salmo se ha cumplido en Jesús Nuestro Señor. Las bendiciones se van enumerando
una tras otra contemplando las grandes etapas de la historia de amor con Dios,
la historia de la salvación: Elección eterna, la predestinación a la santidad
por amor, la filiación divina – ser sus hijos, redención por la Sangre de
Cristo, revelación del misterio, recapitulación de la creación, coherederos,
universalidad de la salvación, depositarios del Espíritu Santo.
Mc 6, 7-13. Jesús llama y concede una
misión especial a los llamados, a los doce. El envío tiene unos rasgos
esenciales que lo deben marcar: los envía en comunidad, “dos en dos”, con
autoridad, con total desprendimiento de lo material – una auténtica pobreza evangélica,
aceptar desinteresadamente la colaboración de la comunidad, dar testimonio,
tener claro el objetivo, pese a las posibles incomprensiones, “anunciar la conversión”, hacer presente el Reino de Dios con palabras y
obras.
Llamados y enviados…
Dios siempre
ha hablado de un futuro “mejor”, marcado por su salvación. Para ello se ha
valido de sus llamados y enviados, es decir hombres y mujeres que Él ha elegido
y los ha enviado como: Profetas, Salmistas, misioneros, apóstoles… finalmente, Jesús
de Nazaret es su gran enviado, la historia ha estado marcad por todas estas sus
acciones y bendiciones con las cuales ha buscado hacer cercana la salvación
para cada hombre.
El tiempo ha
pasado, hoy el Señor sigue llamando y enviando, en la vida de cada bautizado se
condensan todas las dimensiones de los enviados, un bautizado es un misionero,
un evangelizador, un profeta, un salmista que ora y confía en Dios… el
bautizado es otro Jesús que continua la obra de anunciar el Reino con palabras y
obras; el creyente está llamado a revivir las características con las que el
Señor envío a sus Doce. Hoy el Señor cuenta con las manos, pies y vida entera
de cada bautizado para hacer posible que su cascada de bendiciones queden en el
olvido e ignoradas por al humanidad, es necesario ponerse en camino y anunciar
las bendiciones de Dios para que el hombre en gratitud vuelva a elevar su canto
de bendición a Dios, su Padre, por tanto amor concedido.
Frente a la
misión surgen reacciones, persecución, incomprensión, pero nada de esto debe
producir abandono del compromiso recibido en el bautismo, hay que mantener la
fidelidad e identidad de hijos de Dios, de Él recibimos la misión, ejerzámosla
con amor.
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