IV Domingo de Pascua – abril 22 de 2018

¿Cómo ve la comunidad al resucitado?

Pbro. Jorge E. Bustamante Mora 

Temas: La comunidad naciente de los discípulos de Jesús aparece marcada por la experiencia del resucitado, la profundización en esa identidad marcó la vida de la Iglesia, las lecturas de este domingo invitan a reflexionar sobre este aspecto, algunos puntos particulares son: la experiencia marca de tal forma que el bautizado es hijo de Dios y lo es de una manera excepcional, y en esta realidad Jesús es percibido como “piedra angular”, “único salvador”, Buen pastor”.

Hechos 4, 8-12. Forma parte del pasaje de “Pedro y Juan ante el Sanedrín” (4, 1-22), pero todo ha iniciado con la curación del tullido (3, 1-10), esta es la excusa primaria para el arresto e interrogatorio de los apóstoles, pero la verdadera razón es que ellos “anunciaban en la persona de Jesús la resurrección de los muertos” (4,2).

Los versículos de la lectura de este domingo se ocupan de la parte central del interrogatorio ante el Gran Sanedrín (v. 5). Pedro toma la palabra y lleno del Espíritu Santo hace la defensa, la cual inicia haciendo un anuncio kerigmático, “Jesús fue crucificado, Dios lo resucitó, y Él es la causa de este testimonio”. A partir de este anuncio, Pedro mueve la defensa sobre Jesús y no sobre los discípulos interrogados, presenta una prueba escriturística citando apartes del Salmo 118,22. Jesús es la piedra angular, una presentación mesiánica, posterior a ello, el príncipe de los apóstoles hace su conclusión en una profunda profesión de fe absoluta: “No hay bajo el cielo otro nombre por el que se reciba la salvación.

El interrogatorio con la intervención de Pedro ha tenido un viraje fundamental, pues se termina cuestionando y acusando la actitud del Gran Sanedrín en el caso de Jesús, abiertamente les dice: “ustedes lo crucificaron”. Hay una valentía apostólica única, Pedro advierte sobre este proceder, pero no hay en él rasgos de odio, rabia, o desprecio por quienes han “crucificado” a su Salvador; Pedro denuncia, pero aprovecha para anunciar la Buena Nueva y discretamente, sin mayores recriminaciones, les hace ver que no hay otro nombre dado por Dios para alcanzar la Salvación, así se hace un llamado a ver las cosas con otra mirada. El texto que sigue, parece dar razón que se ha logrado algo, pues el Sanedrín termina reconociendo la valentía de Pedro y de Juan y han quedado maravillados (v. 13).

Salmo 118 (117) Solemne canto festivo de acción de gracias. Hay en el salmo un sabor de victoria, de reconstrucción, todo se atribuye a la misericordia de Dios, a su inmenso poder, es una gratitud por las manifestaciones de sus maravillas. La comunidad cristiana con este salmo canta la victoria de Cristo alcanzada en la resurrección, por tanto para nosotros esta oración tiene un profundo sabor “pascual”, porque vemos las cosas con la mirada de Jesús.

1 Jn 3, 1-2. Estos dos versículos desarrollan un tema de gran profundidad teológica: la identidad del bautizado, la filiación divina, hijos de Dios. Se trata de una identidad real no algo imaginaria y recuerda que somos lo que somos por pura gracia de Dios, es su regalo,  “Él quiso que nos llamáramos hijos suyos”. Esta identidad profunda no se ve físicamente, es necesario primero el reconocimiento de Dios y sin embargo aun así no se ve en su totalidad, su visión plena será en el encuentro definitivo con Dios, pero ya se vive y se debe vivir como hijos de Dios.

Jn 10, 11-18. Versículos tomados del pasaje del “Buen Pastor” (10, 1-21). La imagen de Dios como pastor de Israel forma parte de la comprensión religiosa judía, muchos textos han atribuido esta imagen a Dios (Cf. Ez 34, Sal 23 entre otros), se trata de una imagen tierna, valiosa, si se quiere llamativa y romántica. Esta imagen, Jesús se la atribuye y la reclama para sí: “Yo soy el buen pastor” resuena dos veces en el texto de hoy, y hace una contraposición con los falsos pastores, los asalariados, que viven más preocupados por sí mismos que por el rebaño.

Llama la atención que en otros textos se ha aplicado el adjetivo de “verdadero”: “la Palabra era la LUZ verdadera” (1,9); “es mi Padre quien les da el verdadero PAN” (6,32); e incluso de la vid Él dice: “Yo soy la vid verdadera” (15,1); pero aquí no se trata del pastor verdadero, sino del pastor bueno, realidad que se asocia a la bondad, a la ternura, a la belleza, atributos que inmediatamente nos llevan a pensar en la imagen de Dios pastor.

Jesús se auto define como el Buen Pastor no por el cumplimiento estricto de pastor, pues ese se podría cumplir por un “salario”. La auto-definición mesiánica de Buen Pastor se enmarca en otras relaciones y categorías.
1.     Es buen pastor por la relación profunda que se establece con las ovejas, “conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí”, este conocimiento no se refiere a una actividad puramente intelectual, sino a una experiencia profunda de relaciones marcadas por el amor que son fruto e imagen de las relaciones profundas que unen a Jesús con su padre.
2.     Buen pastor por su entrega absoluta en favor de las ovejas, hasta dar su vida por ellas y da la vida de manera libre, nadie se la quita, Él libre y voluntariamente la ofrece. Hay una entrega absoluta fruto del amor y las relaciones que ha establecido.  
3.     Las relaciones profundas que existen entre Jesús y su Padre, a quien el AT ha aplicado la imagen de Buen Pastor. Hay entre ellos un conocimiento mutuo, hay un amor tal que este título de buen pastor es intercambiable entre uno y otro.
4.     Buen Pastor por su preocupación amorosa por todas las ovejas; a todas conduce, por su interés en la unidad, que llegue el momento que haya “un solo rebaño y un solo pastor”.

El resucitado y la comunidad creyente

La experiencia de Jesús resucitado en la comunidad creyente marca el caminar y produce cambios sustanciales. Lo primero que se percibe es que todo es fruto del poder y del amor de Dios, ante ello, como se dijo en el salmo, no nos queda más que dar gracias de forma solemne. La presencia del resucitado hace de la Iglesia una comunidad agradecida por la victoria. Otro elemento, es la reflexión sobre la identidad de hijos de Dios, tema de hondura insospechada sobre el que aún hoy no hemos insistido suficientemente, pues si tuviéramos conciencia de esta identidad el valor del testimonio sería otro, y la sociedad viviría marcada por la experiencia del resucitado.   

La comunidad del resucitado vive agradecida y reconoce una identidad única, hijos de Dios, reconoce en Jesús unos roles fundamentales. Él es quien conduce a la comunidad y lo hace como Buen Pastor, Él es el único que nos fue dado como medio de salvación, él es la piedra angular.

Buen Pastor

En principio el título de “Buen Pastor” no le cabe sino a Dios y a Jesús. Se podría aplicar con grandísimas y abismales diferencias a los “sacerdotes, en cuanto participes de la dignidad y misión de Jesús, pero no basta con ser sacerdote para auto-reclamar el título de “buen pastor”; solo una profunda espiritualidad relacional con la Trinidad que se traduzca en relaciones de amor con el rebaño le capacitarán para soportar adecuadamente el rótulo de “buen pastor”. Será así, si realmente tiene la capacidad de dar libremente su vida en favor de las ovejas, hay que decirlo sin temores, sino vive de asalariado, más interesado en lo que entra al bolsillo que del bienestar de las ovejas.  

Cuando no existen unas relaciones profundas de amor con el rebaño y con Dios, aparecen todo tipo de barreras que se ajustan más al título de “asalariados”, por ejemplo el tiempo, el cansancio, la falta de dinero para el apostolado, la búsqueda de comodidades exageradas, el tiempo para el descanso… etc. Las lecturas más que decirnos que hoy es el día de los buenos pastores nos hace una exhortación a ser de verdad en algo imagen de Jesús, Buen Pastor, y no vivir nuestra identidad de pastores como asalariados. Cada uno haga su examen delante de Dios, allí nos vemos tal cual somos.





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