II Domingo de Pascua – Ciclo B - abril 8 de 2018

¡Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado!

Temas: La vivencia de la resurrección en la comunidad cristiana; las características de una comunidad pascual: Fe, amor, victoria.  

Hechos de los Apóstoles 4, 32-35: La primera forma para comprobar la incidencia real de la resurrección es en el testimonio de los creyentes, lo cual se evidencia en el estilo de vida; para ello la Iglesia nos propone uno de los tres resúmenes del libro de los Hechos en los cuales se describe la vida de la primera comunidad cristiana (cf. Hch 2, 42-47; 4, 32-35; y 5, 12-16). El v. 32 describe las dimensiones generales de la comunidad caracterizada por la unidad efectiva de corazón, alma y economía solidaria  (caridad al extremo); el v. 33 caracteriza a los apóstoles y/o responsables de la comunidad, estos son marcados por dos realidades, como dos fuerzas, una de ellos hacia afuera y otra de afuera hacia ellos: la primera fuerza es el testimonio con poder de la resurrección de Jesús, este es el rasgo fundamental en los responsables de la Iglesia; la segunda fuerza es la simpatía de la que gozaban, la comunidad les retribuía muy bien su testimonio. Los vv. 34-35 vuelve y profundiza con un ejemplo la llamada economía de comunión, solidaria, o comunión de bienes.   

Salmo  118 (117) hermoso himno de acción de gracias que por sus expresiones se percibe una dimensión cultual, celebración en la cual se canta la victoria, la manifestación del amor de Dios que interviene maravillosamente salvando a su pueblo. La comunidad cristiana canta con este salmo la victoria de Cristo sobre la muerte con su resurrección, por ello tiene una fuerte connotación pascual.

1 de Juan 5, 1-6 Este texto hay que leerlo en el contexto de las otras lecturas y con ello adquiere un sabor pascual único, la comunidad aparece marcada con convicciones como creer, nacer, amar, cumplir, vencer, alcanzar la victoria, estas características se conjugan de manera relacional con Dios y con los otros; en el fondo aparecen dos elementos marcados: creer (fe) y el amor; el amor es el lazo que une a Dios y forma la comunidad, crea un estilo de vida llevando a cumplir los mandamientos y por tanto a vencer el mundo, así se alcanza la victoria, que no se logra por la obra personal de cada uno, sino que es obra de Jesucristo, el Hijo de Dios, por tanto la victoria es de la fe vivida por amor.

Juan 20, 19-31 esta sección narra dos apariciones de Jesús, una en el atardecer del domingo de la resurrección (vv. 19-23) y la otra a los ocho días (vv. 26-29), con un intermedio para narrar el acontecimiento a Tomás y su reacción que prepara la segunda aparición (vv. 24-25) y finalmente la conclusión general (v. 30). Cada elemento es muy importante y de ellos se concluyen acciones que caracterizan la vida cristiana.

La forma en que Jesús aparece es muy llamativa, sencillamente se dice: “se presentó en medio de ellos”, esta manifestación divina es un estar allí en medio de la comunidad sin ninguna manifestación de conmoción natural, no hay ruidos, rayos, nubes, ni estrellitas… etc. Jesús sencillamente se presenta y en ambas apariciones hay un elemento que vincula al resucitado con quien estuvo crucificado, las marcas de la pasión y la cruz lo definen, sus huellas son signos para reconocer al Señor.

La presencia del resucitado realiza un cambio en la situación de la comunidad, la experiencia de la comunidad “sin Jesús” está marcada por puertas cerradas y miedo. La presencia de Jesús crea un ambiente de paz y conduce a la alegría gracias a su presencia.

Las acciones del Jesús resucitado (vv. 21-23) insiste en donar la paz, comparte lo recibido: el poder y el don del Espíritu, y con ello confiere a los apóstoles el poder de perdonar pecados. Este envío con poder del resucitado crea el sacramento de la confesión en coherencia con toda su enseñanza pública, pero es hermoso ver que es en este momento en que Jesús confiere este poder dándole así a este sacramento un tinte profundamente pascual, esta acción del resucitado en el sacramento produce la paz, pasa de puertas cerradas y miedos a la alegría de tener a Cristo de nuevo en el corazón. 

Vv. 24-25 el recuento de los apóstoles a Tomás y su reacción, subrayan la importancia de querer comprobar que quien se aparece es el crucificado. En los vv. 26-29 tenemos a Jesús en su segunda aparición, con los discípulos y especialmente con Tomás (v. 27), quien es invitado a comprobar los rastros de la pasión y es exhortado a pasar de incrédulo a creyente. Tomás no realiza una comprobación física, pero lo que acontece con la presencia del resucitado en medio de ellos lo lleva realizar una profunda confesión de fe, el credo de Tomás: “Señor mío y Dios mío”, sus manos no han tocado, pero sus ojos han visto algo más que una crucificado. Jesús como broche de oro de esta aparición y de su vida terrena nos da la última bienaventuranza: “Bienaventurados – dichosos – los que no han visto y han creído.

El v. 30 plantea la conclusión general del Evangelio de Juan y desde cierto ángulo de la vida y las acciones de Jesús. Lo que se ha puesto por escrito tiene la finalidad de llevar al creer, y a creer concretamente en Jesús el Hijo de Dios, no son escritos para satisfacer la curiosidad o la información científica o histórica, estas narraciones son para motivar la fe y para que creyendo se obtenga la vida en su nombre, es decir la vida eterna.

La Iglesia una comunidad que cree y vive de Jesús el crucificado y resucitado

La Iglesia vive de la presencia de Cristo Jesús, Él marca su caminar, ella debe estar marcada por la fe, la vida, la paz, el amor; la experiencia del resucitado cambia totalmente la forma de concebir la vida y el estilo para ser vivida.

Jesús se aparece el domingo de la resurrección y vuelve a aparecerse a los ocho días, es decir al domingo siguiente, Jesús resucitado se apareció domingo a domingo lo que hizo que la comunidad cristiana naciente diera importancia a este día, por ser el día de la resurrección y el día en que el resucitado se hacía presente en medio de ellos. Que importante es vivir el domingo, participar de la celebración de la Eucaristía, gozar de la alegría y la paz que produce la presencia del resucitado. Tú no estás solo, la comunidad no está sola, en medio de ella está Cristo el Resucitado, Él es nuestra paz, nuestro amor y esperanza, vivamos como hijos de Dios resucitados. ¡Cristo resucito, verdaderamente resucito!  Toda esta efusión de gozo pascual encuentra en este domingo la expresión de la misericordia divina, el amor desbordante de Dios.

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