IV Domingo de Cuaresma – Ciclo B – Marzo 11 de 2018

¡En la cruz, Dios nos muestra su amor supremo!

¡Salvados gratuitamente!

Temas: Dios ayuda siempre; el amor supremo de Dios; Salvados en Cristo.

2 Crónicas 36, 14-16.19-23 El capítulo 36 del Segundo libro de Crónicas presenta un breve resumen de los últimos tiempos de la monarquía de Judá, abarcando el periodo de la reforma religiosa de Josías hasta el anuncio del regreso del exilio. El texto de hoy presenta tres escenas:
Ø  Vv. 14-16 es una lectura teológica de las causas del desastre. Todos son responsables porque han “multiplicado sus infidelidades”, a pesar que el Señor de mil formas ha exhortado al cambio de vida, al buen camino, pero desafortunadamente el pueblo ha despreciado el mensaje.
Ø  Vv. 19-21 describe la destrucción del pueblo y del lugar santo, y describe la suerte de los deportados. Tiempo de la deportación, del exilio, de esclavitud, de desolación.
Ø  Vv. 22-23 se anuncia la restauración. Dios se vale de un extranjero, Ciro rey de Persia, para motivar la reconstrucción del Templo y del pueblo de Dios.

Salmo 137 (136) Este salmo es la oración sentida del pueblo de Dios por la destrucción de Jerusalén (586 a.C.) y el destierro en Babilonia. El salmista y con él el pueblo sigue confiando en Dios, y espera su restauración.

Efesios 2, 4-10 El autor ha presentado el triunfo y la supremacía de Cristo (1, 15-23) e inmediatamente, argumenta que la “salvación en Cristo es un don gratuito” (2, 1-10). El hombre a pesar de su situación de estar en su delito y pecado, estar muerto, recibe la salvación por la sobreabundante misericordia, por amor de Dios, y esta es obrada por Cristo, gracias a Él hemos sido salvados. Salvados por la gracia mediante la fe, es decir obra gratita, regalo o don de Dios, a ella no llega el hombre por sus propias fuerzas, ni por sus obras, y esto mismo es un don ya que evita el orgullo, por tanto es un don que invita a reconocer la dimensión creatural,“somos hechura suya, creados en Cristo Jesús”.

Jn 3, 14-21 Este texto forma parte del Diálogo entre Jesús y Nicodemo, en el cual se ha abordado explícitamente el tema del bautismo. Los vv. 14-16 presentan a partir de un texto del Antiguo Testamento el sentido de la Exaltación de Jesús (su muerte en cruz) y su objetivo final: ser fuente de fe y generar la vida eterna en el creyente; la exaltación de Jesús es una manifestación del amor de Dios, “tanto amo Dios al mundo”  que en su Hijo nos ha dado la manifestación suprema del amor. Los vv. 17-21 presentan la misión de Jesús, viene al mundo para traer la salvación, esta obra de Jesús se convierte en el juicio de la humanidad, los que creen son de la luz y actúan de acuerdo a Dios, mientras que aquellos que no aceptan a Jesús y su obra son de las tinieblas; Jesús no vino a traer un juicio sino la salvación pero su aceptación o no produce indirectamente el juicio.


Tanto nos ha amado Dios que nos dio a su Hijo…

Dios siempre se ha preocupado del hombre, Él nunca lo ha abandonado en su realidad de miseria, desafortunadamente el hombre ha despreciado muchas veces ese mensaje que Dios le envía para mostrarle el mejor camino.

La historia de la salvación llega a su culmen con el envío del Hijo de Dios, ayuda suficiente para salvar al hombre, esta es la manifestación suprema del amor de Dios, su venida y mensaje no es para condenar al mundo sino para salvarlo, para manifestarle la abundancia de la misericordia de Dios. Esta obra salvadora la realizó Jesús de forma gratuita y sigue llegando a todos los hombres a lo largo y ancho de los tiempos de manera gratuita, es un don, el magnífico regalo de Dios. Este regalo comienza a disfrutarlo la persona en el momento de la gracia de su bautismo, y de manera especial cuando acepta su condición creatural, es decir aceptar su condición de ser hechura de Dios y depender absolutamente de Dios.

La condición de creyentes, de hijos de Dios gozando de la salvación no es motivo de orgullo sobre los demás, no es una condición que me coloca por encima de los otros, al contrario es una identidad que me debe comprometer en anunciar el evangelio a otros para que pasen de las “tinieblas” a la Luz, para que se acerquen a Dios y a su mensaje salvador. Nuestra condición de salvados es fuerza que nos impulsa a buscar al salvación de los demás. Nos mueve el amor de Dios.

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