V Domingo -Tiempo Ordinario (febrero 4 de 2018)

La fragilidad humana y su  noble misión

p. Jorge Bustamante Mora 

 Job 7, 1-4.6-7.  Este capítulo, como gran parte del libro de Job, es un lamento sobre la fugacidad de la vida, la existencia del ser humano es frágil, vulnerable, sufriente, fugaz. El texto parte de presentar la situación general de la humanidad, vv. 1-2, “el hombre…” y en los versículos del 3-6 se llega a la experiencia personal de Job, es necesario notar la cantidad de referencias a su realidad, “mi herencia… me asignan, me harto de… mis días...”. Job constata que su vida es un soplo.

Salmo 147 (146-147). El salmo tiene 20 versículos con tres “invitaciones” a alabar al Señor (vv. 1.7.12), lo que origina que se pueda dividir en tres partes (1-6; 7-11; 12-20). La primera parte, de donde se toma el texto proclamado, celebra el poder de Dios, su grandeza, su sabiduría, y se le reconoce una serie de acciones de cercanía para con su obra, Él reconstruye, reúne, sana, venda, sostiene…etc. Él tiene un conocimiento personal de todo, hasta las estrellas las conoce por su nombre.

Pablo a los Corintios (1 Co 9,16-19.22-23). Pablo hablando de su libertad y las renuncias que ha realizado, se presenta como ejemplo para la comunidad. Él descubrió en la fugacidad de su vida que hay una misión que ha recibido y ennoblece su existencia: “Predicar, anunciar el Evangelio” y que su paga no es externa, al contrario su paga está en conocer cada día más este Evangelio. La misión recibida, el conocimiento adquirido como paga por su misión y el amor que esto ha generado lo impulsan al anuncio del Evangelio a todos los hombres, pues su objetivo es claro “ganar algunos, sea como sea, para el Evangelio”.

El Evangelio, Mc 1, 29-39. El evangelio acerca las dos realidades, la fugacidad de la vida y la noble misión de servir a Dios. Es necesario ver los momentos diversos: Jesús frente a la fragilidad humana (vv. 29-34), se muestra cercano, “se acercó y tomándola de la mano…” y realiza las acciones de ayuda concreta “curó a muchos” podríamos decir que vemos al Dios descrito en la oración del Salmo haciendo su obra.  En un segundo momento vemos a Jesús en la dimensión que le da sentido a toda la fragilidad: la oración, el anuncio del Evangelio, la predicación  (vv 35-39).

El ser humano frente a estas realidades

El hombre puede quedarse solo viendo que la vida es un soplo, lanzando gritos angustiantes frente a la vulnerabilidad de la vida, desperdiciar su paso “fugaz” por este mundo porque la vida es un soplo, o puede aprovechar esa fugacidad para descubrir como Pablo, que hay una misión noble que da sentido a la existencia y se convierte no solo en misión sino en paga al mismo tiempo y es el Evangelio: predicarlo, anunciarlo, conocerlo.

El anuncio del evangelio es la mejor forma de irlo profundizando y comprendiendo mejor, he aquí el secreto de conocer mejor la Buena Nueva, quizás muchos no profundizan en esta verdad porque se niegan a ser misioneros, a predicar, a comunicar la Buena Noticia de la Salvación.  La  invitación es a predicar, los que se tienen que quedar callados son los demonios, el mal. Jesús “no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían”. Nosotros los bautizados no podemos quedarnos callados, tenemos que predicar, anunciar el Evangelio, invitar al grupo de oración, estudio bíblico o a la Eucaristía; tenemos que prepararnos para anunciar tanto en casa como fuera de ella. No nos quedemos callados, gritémosle al mundo que hay una Buena Noticia: Dios nos ama.

Jesús con su presencia y acciones nos invita a descubrir que podemos servir a los demás, ser cercanos, y ver que la fragilidad humana va desde una fiebre hasta enfermedades graves pasando por muchos otros aspectos de la vida, pero esto no es lo importante, la mirada hay que colocarla en ver que Él, el Señor de la Vida, Jesús pasa dándonos la mano para que nos pongamos en píe y nos coloquemos en servicio.

Para descubrir la alegría de servir hay que pasar momentos de soledad con Dios en la oración, es allí donde descubrimos la voluntad de Dios, comprendemos lo que Dios quiere de nosotros. La oración fortifica nuestra amistad con Dios y es el momento en que somos nutridos para ir a los vecinos para que allí también prediquemos, para eso hemos sido enviados.

La vida es fugaz, pero no se debe convertir en grito desesperado de su fragilidad, hay que hacerla grito de salvación, de evangelización, cada uno desde su condición de vida, el casado, el padre, el soltero… etc. cada uno en su realidad  debe ser un gran predicador del amor de Dios. La vida fugaz pierde su fugacidad y su vulnerabilidad cunado la colocamos al servicio del Señor.

Con gran amor les envío mi bendición, Padre Jorge Bustamante 



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