III Domingo de Adviento 2020 - "La misión del Testigo"

"Venía como testigo... para que todos creyeran por medio de él" 


Is 61, 1-2. 10-11; 
Salmo: Lc 1, 46 -56; Tesalonicenses 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28.

Esta frase del título se dice en el Evangelio de Juan el Bautista; pero también la podemos aplicar a Jesús que vino como testigo del amor del Padre, y por tanto también a cualquier cristiano que debe ser testigo de la Buena nueva para que otros crean; las lecturas nos dan unos rasgos de como debe ser un testigo. Hay que evidenciar tres aspectos: 1. El tipo de mensaje, una “buena nueva”, se trata de un mensaje de consolación. 2. Los destinatarios, no los menciona de manera exhaustiva, sino indicativa, las categorías de desamparados: pobres, los corazones desgarrados, cautivos, prisioneros, en fin, toda la humanidad; 3. El contenido del anuncio: “Año de gracia de Yahvé”. 

Elementos para comprender los textos 

La primera lectura, el profeta Isaías hace un "anuncio de salvación", en el capítulo 61, que tiene un interés especial porque es el pasaje que Jesús leyó en la sinagoga de Nazaret y con el cual describió e inauguró su misión (Cf. Lc 4, 16-19), leyó los versículos 1-2, pero, curiosamente omitió parte del versículo 2, la expresión "día de venganza de nuestro Dios"; expresión con la que se hace referencia a la segunda venida de Jesús, el juicio final. Tenemos la distinción entre la primera y segunda venida del Hijo de Dios. Se remarca el mensaje para la primera venida y sus consecuencias, un anuncio de gozo y de transformación.  

El salmo responsorial está tomado del Evangelio de Lucas, del Magníficat (Lc 1, 46-56). Oración que todo católico debería saberlo de memoria; es la expresión máxima de alabanza dirigida a Dios, salida de los labios de María Santísima. Esta oración combina dos grandes temas: Los pobres y humildes que son socorridos con las acciones divinas de Dios, y el pueblo de Dios (Israel) como objeto del amor y favor de Dios.

Segunda lectura, Tesalonicenses 5, 16-24, Pablo nos insiste en las características que deben marcar la vivencia cristiana en este tiempo de espera de la segunda venida de Jesús, y estas son: alegría, oración constante, avivar los dones dados por Dios, el discernimiento y especialmente "no apagar el Espíritu".

Jn 1, 6-8. 19-28. Presenta el testimonio de Juan el Bautista, el primer “Testigo de Jesús”. El Testigo es un enviado de Dios, testigo de la Luz, que propicia o conduce a la Fe, posee una identidad clara, no permite ambigüedades ni confusiones. ¿Tú quién eres? No es ni el Mesías, ni Elías, y tampoco El Profeta esperado. El testigo no usurpa identidades; ¿Entonces quién eres? “la voz que prepara el camino del Señor”.

"Venía como testigo" 

Jesús es el gran Testigo del Padre, es el Testigo por excelencia. Juan aparece como Testigo de Jesús, así como lo debe ser cada cristiano, responsable de preparar el camino del Señor, para que todos viviendo el encuentro con Jesús, por medio de él crean en la buena noticia de salvación. ¿Quién es testigo? Todo bautizado, nadie está fuera de esta misión, es tarea del consagrado y del laico. El Testigo debe tener clara su “identidad” no es necesario “suplantar” identidades, el laico no debe pretender ser como un “remedo de sacerdote” para poder leer o prestar un servicio eclesial, y así mismo el sacerdote para evangelizar bien no necesita hacerse el laico. ¡claridad de identidad! cada uno en su realidad, a su manera propia, así se es voz que prepara el camino del Señor. ¡Nada más! ¡Un Testigo así, hace germinar algo nuevo! Tres características quisiera remarcar de todo testigo. 

1. El testigo es un enviado ungido 

El Testigo es un enviado de Dios, ungido - guiado por el Espíritu Santo, que se convierte en el portador de una buena noticia, comunica la experiencia del amor único de Dios. Isaías manifiesta que "El Espíritu  del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido", Pablo nos exhorta "no apaguen el Espíritu" , dejar que Dios nos "consagre totalmente", lo que equivale a dejarnos conducir paso a paso por el Espíritu. El testigo va en nombre de Dios y conduce al encuentro con Dios, todo otro interés afecta la misión del testigo.

 2. El testigo vive marcado por la alegría 

El testigo vive como pide Pablo, "estén siempre alegres"; la alegría tiene que ser una característica de la vida cristiana, no se comprende porque en nuestras celebraciones ponemos cara de aburridos, no saludamos, no cantamos, no nos alegramos con la Buena nueva de Dios. Todo bautizado debe colocar todo lo que sea necesario para que la vivencia de la fe sea más alegre. Vivir la experiencia de Isaías, "Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios", fue esta la vivencia de la Virgen María quien en el Magníficat exclama: "se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador" . Este tercer domingo de Adviento es llamado el domingo de la Alegría, que bueno que aprendiéramos a vivir alegres y no con cara de vinagre. Solo una persona feliz puede hacer a otra feliz. 

3. El testigo cristiano es portador de un mensaje salvador 

El Testigo conduce a la Fe, al encuentro con Jesús, a disfrutar del mensaje salvador. El Testigo es testigo de lo que vive, él ha experimentado las maravillas de Dios, vive la oración constantemente, en continuo discernimiento para elegir siempre el bien, lo bueno, descubrir y aceptar los dones de Dios. Hoy más que nunca, cada bautizado debe anunciar el “Año de Gracia de Yahvé”, con la certeza que somos el pueblo  del amor y los cuidados de Dios. 

El testigo vive el Bautismo. No hay que confundir testigo y misión. El testigo será verdaderamente un excelente testigo en la medida que comprenda y sea fiel a la "misión", de lo contrario suplantará la misión para mostrarse él. El Testigo se sabe hijo de Dios, no “suplanta a Dios”, por eso no puede decir “yo pienso”, “yo creo que…”, pues él no está para comunicar sus ideas o pensamientos sino los de Dios. 

Para la vida 

Que nos quede claro que Jesús vino para ser el Testigo del amor del Padre y nos llama a creer en la Buena nueva y convertirnos como Juan el Bautista en testigos de Él y preparar en nosotros y en los demás su camino, de forma que su mensaje transforme nuestra realidad. Tres elementos nos desafían: Dejarnos guiar por el Espíritu Santo, vivir con mayor alegría, ser anunciadores de la salvación. cada uno pregúntese como esta viviendo estas tres características y asuma el compromiso de creer en ellas y ser en cada día un verdadero evangelizador, enviado de Dios. 

¡Feliz domingo de la alegría, 
que Cristo viva en su corazón!

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