XX Domingo Tiempo Ordinario – Ciclo B – agosto 19 de 2018
Un alimento único - Banquete de sabiduría
Pr 9, 1-6: Los proverbios son expresiones cortas cargadas de gran
sabiduría, palabras eficaces por la fuerza que tienen de enseñar acerca del buen
vivir. Son sentencias que exhortan, aconsejan e invitan a la acción concreta en
la vida, a una conducta correcta.
En este pasaje, tenemos la personificación
de la sabiduría, ella se presenta como una persona que desempeña de forma
activa una serie de tareas para atraer, “llevar”, los hombres a Dios. su
primera acción es que ella prepara la casa, destacan sus siete columnas, simbología
de edificio cultual, sagrado, espacio a manera de escuela para aprender la sabiduría.
Segunda acción, se ha ocupado del banquete cuidando atentamente cada detalle, un banquete suculento signo de festividad. Su tercera
acción es “la invitación a manera de proclamación”, son invitados especialmente
los que se tengan por “inexpertos e insensatos” para que aquí en este
banquete-escuela se dejen de simplezas y aprender a vivir.
Sal 34 (33). Es un canto de acción de gracias alfabético, dividido
en dos secciones: en su primera parte canta la bondad de Dios (vv. 2-11) y en
su segunda parte (vv. 12-23), de donde se toman algunos versículos proclamados
hoy, exhorta a practicar el bien, en esto consiste la sabiduría; subraya que el
temor del Señor y la práctica de las buenas obras son la garantía de la
felicidad auténtica.
Ef 5, 15-20. Este pasaje forma parte de la exhortación de la carta
en la que se plantea la “vida nueva en Cristo”. En tono de exhortación muestra
la diferencia entre las obras de la luz y las obras de las tinieblas. Hablando
del comportamiento cristiano hace ver en qué consiste la sabiduría; La sabiduría del cristiano está descubrir cuál
es la voluntad de Dios y ponerla por práctica; “no anden como tontos sino como hombres responsables”, llenos del
Espíritu Santo y no llenos de licor, pues la embriagues con alcohol es causa de
libertinaje, de grandes males. Se hace un llamado al discernimiento, a mirar atentamente
y no desaprovechar el tiempo presente, la oportunidad de conocer a Dios.
Jn 6, 51-58. El evangelio nos sigue presentando el discurso
eucarístico en Cafarnaúm. Avanzamos progresivamente en su comprensión: de un
signo real, la multiplicación de los panes (vv. 1-15), nos llevó a reconocer la
necesidad de trabajar por el alimento que da la vida eterna; obra que exige
aceptar de manera consciente y personal a Jesús el enviado de Dios (vv. 24-35),
luego Jesús se nos presentó como el pan vivo bajado del cielo (vv. 34-51a).
Llegados a este punto anuncia que el pan ofrecido no es verdaderamente pan,
sino su propia carne, “El pan que Yo les
voy a dar es mi carne”.
A este punto el discurso avanza
mediante tres momentos: Jesús habla claramente que el pan en mención es su
CARNE (v. 51), viene la reacción negativa de los judíos “¿cómo puede ofrecernos su carne?” (v. 52), frente a la reacción,
Jesús responde profundizando el valor y necesidad de comer su carne y beber su
sangre.
Poco a poco el discurso pasa de
pan a carne. Hay una insistencia repetitiva en las expresiones “pan”, “carne” y
“sangre” para que el mensaje quede grabado en la mente del oyente. La comunidad
había sido convencida de la necesidad del pan vivo bajado del cielo para vivir,
pero con esta insistencia Jesús les invita a pasar de pan a carne, este paso no
es fácil, ocasiona que ellos discutan “¿cómo
es esto posible?”, Jesús les reasegura la necesidad de comer su Carne, y agrega
la necesidad de la bebida: su Sangre; este alimento – carne y sangre de Jesús –
es verdadera comida y bebida, que tiene
sus efectos: es para la vida y vida eterna, que se concretiza en la
resurrección del último día, además
garantía de la unión íntima con Dios.
Participar del Banquete que ha
preparado la Sabiduría
Los cristianos descubrimos con
facilidad que la personificación de la Sabiduría es Dios mismo, es Cristo Jesús, quien edificó su casa, su Iglesia,
y preparó en ella un suculento Banquete; no es difícil ver en el pan y en el
vino del banquete de la sabiduría la imagen del banquete que ofrece Jesús para
la vida, para la unión íntima con Dios.
Hoy también, frente a la
realidad de la Eucaristía, algunos “murmuran o discuten”, les resulta
incomprensible que en un trozo de pan esté la carne y sangre de Jesús. Quienes
asintieron al discurso de Jesús en Cafarnaúm les resultaba horrendo tan solo
pensar en comer un trozo de su carne. A algunos hoy les resulta incomprensible
que un trozo de pan sea carne, y un poco de vino sea sangre.
Es tan sencillo superar estas
dificultades. No se trata de grandes explicaciones o racionamientos lógicos,
recordemos que ya se nos dijo que nadie va a Jesús si el Padre no lo atrae, es
así de sencillo, pedir al Padre la gracia de comprender este maravilloso
invento. Quien quiera explicaciones de otro tipo se encontrará con un mar de
murmuraciones,
El Banquete de Jesús es el
banquete de la sabiduría, él con su poder lo realiza, para Él no hay nada
imposible. Quisiera llamar la atención sobre las muchas veces que el evangelio
de hoy insiste en la realidad de comer su carne y su sangre, sí, así con esos
términos, no dice son como mi cuerpo… ¡no! Nada de posibles confusiones, el
Señor es claro, se trata de comer su carne y sangre. Sacramento necesario para
la vida; fundamento de unidad y felicidad.
Comer la carne y la sangre del
Señor que se nos ofrece en cada Eucaristía, no es una opción, es un deber de
vida, no se trata de un “voy a misa cuando siento ganas”, eso no corresponde a
la realidad presentada en este discurso de Jesús, la Eucaristía – carne y
sangre – verdadera comida y bebida no son para cuando siento ganas, sino que es
mi alimento al que debo acudir responsablemente; como dice la segunda lectura “aprovechemos
este tiempo, no andemos como tontos, sino como hombres responsables”. En este banquete
nos jugamos la vida eterna, la resurrección, la unidad eclesial, la felicidad y
la fidelidad a Jesús. ¿Qué andamos buscando en cada misa? ¿Cositas perecederas
o el alimento eterno? Toda esta realidad del alimento eterno son motivos
suficientes que nos mueven a participar con amor en cada celebración
Eucarística.
No es comprensible que alguien
haga su “primera comunión” y luego desaparezca de la Iglesia, dejando pasar
años sin volver a comer este preciosísimo alimento. Así como la sabiduría hizo
su invitación para que fueran a su banquete, ojalá cada predicador, cada
cristiano se convierta en carta de invitación para aquellos que viven alejados
de la Eucaristía. ¡Vengan, coman de este Banquete único! Aprovechen este
tiempo, no desprecien a quien todo lo ha dado por tu felicidad.
Quienes no pueden, o no deben,
comer la Eucaristía sacramental de forma física, ¡no desespere! que Dios todo
lo ha pensado y lo ha hecho bien; obedezca al Señor, haga oración al momento de
la comunión y el Señor irá a su corazón, usted también, obedeciendo, gustará lo
bueno que es el Señor; esta es una verdad, no hay que desesperar, pues en
verdad se recibe al Señor. ¡Queridos hijitos, aprovechen toda ocasión para
comer de la Carne y la Sangre del Señor! Ojalá, nunca un domingo sin
Eucaristía.
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