I Domingo de Adviento – Ciclo B

Is 63,16 – 64,7; Sal 80 (79); 1Cor 1, 2-9; Mc 13, 33-37

Temas posibles a reflexionar: La paternidad de Dios y la abundancia de sus bendiciones. Las dos venidas de Jesús: Encarnación y Parusía. La presencia de Dios en la historia y en al vida de la comunidad. 

La primera lectura es un largo poema de súplica (63,7 – 64,11). Hay una meditación sobre la historia de Israel, donde se ve que su realidad tiene una causa en la situación de pecado, pues han errado el camino y endurecido el corazón, han vivido sin ser gobernados por Dios (63, 7-14); pero gracias a l súplica (63,15 – 64,11), Dios su Padre los salva, se expresa el deseo que Dios descienda, se haga el encontradizo, que sea Padre y moldee nuestra arcilla. Toda la reflexión se inserta entre las inclusiones (inicio y final) sobre la paternidad divina.

El salmo es una súplica por la restauración del pueblo frente a la devastación; al leer todo el salmo tenemos una imagen de la historia de Israel que se hace oración. Dios se percibe como un pastor que cuida y al mismo tiempo cultiva su propia viña.

Pablo, haciendo uso de la llamada captatio benevolentiae, figura retórica o literaria que consiste en empezar un discurso con excelentes términos para ganarse el interés y la simpatía del público desde un primer momento, muestra que Dios ha rasgado los cielos y ha descendido en Jesucristo, a quien menciona al cansancio, evidenciándolo como la fuente y medio de toda gracia y bendición, que se hace riqueza en la comunidad cristiana de Corinto,  no escatima en términos para expresar esta realidad: Gracia, paz, enriquecidos con palabra y conocimiento, testimonio, fortaleza, irreprensibles, llamados a la comunión, no falta ningún don de gracia en ellos.

Pablo, desde este inicio benevolente traza el arco de comprensión teológica de la “plenitud del tiempo”: él es pleno por la Encarnación que apunta a la Parusía (segunda venida de Jesús); pues, “Él los mantiene firmes hasta el final”.

El evangelio nos da las actitudes que el creyente debe vivir en este tiempo intermedio entre la “presencia histórica – nacimiento de Jesús en carne y su regreso glorioso al final de los tiempos”: Mirar y vigilar son las actitudes básicas.

Según la parábola, el Señor ha dado unas responsabilidades que hay que ejercer, cada uno a su trabajo. “Mirar y velar” significa asumir la responsabilidad del momento histórico con los ojos puestos en el regreso del Señor. No hay que perder la esperanza, o dejarse engañar sobre el momento del regreso, pues nadie sabe cuándo, no se sabe si al atardecer, a media noche, al amanecer, o de madrugada… ¡llegará de improviso! ¡Que no nos coja dormidos!

El Adviento, nos ayuda a comprender las dos venidas de Jesús, nos presenta la plenitud de la Encarnación en perspectiva del día final; es tiempo para reconocer nuestra historia y hacerla oración, súplica confiada, sabiendo que Dios es Padre y que nos ama, Él cuida y cultiva en cada creyente todas las gracias y bendiciones; el Cristiano católico no le falta ningún don de gracia, Dios ha sido generoso, ha desbordado sus cuidados con cada uno.

Adviento es despertar nuestra identidad de cristianos, mantenernos despiertos, vigilar, orar, descubrir la presencia amorosa de Dios nuestro padre que se hace presente con la plenitud de sus dones en Jesús que se Encarnó para traernos esta plenitud de gracia. Es tiempo de acoger, aceptar, recibir a Jesús de verdad con todas sus enseñanzas.

Adviento nos coloca de frente a la paternidad divina. Usted y yo, y todos los bautizados somos hijos de Dios. Él nos ha manifestado la plenitud de su amor. El Adviento nos recuerda el acontecimiento asombroso, jamás oído, ni visto, Dios se hizo encontradizo en la Encarnación, Él viene a nuestro encuentro para recordarnos que somos hijos gracias a su amor, él viene olvidando nuestro mal, culpas, pecados, impureza, Él viene para que no olvidemos su nombre, Él actúa como Padre que es, somos obra de sus manos como arcilla en manos del alfarero.





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