I Domingo de Adviento – Ciclo B
Temas posibles a reflexionar: La paternidad de Dios y la
abundancia de sus bendiciones. Las dos venidas de Jesús: Encarnación y Parusía. La presencia de Dios en la historia y en al vida de la comunidad.
La primera lectura es un
largo poema de súplica (63,7 – 64,11). Hay una meditación sobre la historia de
Israel, donde se ve que su realidad tiene una causa en la situación de pecado,
pues han errado el camino y endurecido el corazón, han vivido sin ser
gobernados por Dios (63, 7-14); pero gracias a l súplica (63,15 – 64,11), Dios
su Padre los salva, se expresa el deseo que Dios descienda, se haga el
encontradizo, que sea Padre y moldee nuestra arcilla. Toda la reflexión se
inserta entre las inclusiones (inicio y final) sobre la paternidad divina.
El salmo es una súplica
por la restauración del pueblo frente a la devastación; al leer todo el salmo
tenemos una imagen de la historia de Israel que se hace oración. Dios se
percibe como un pastor que cuida y al mismo tiempo cultiva su propia viña.
Pablo, haciendo uso de la llamada captatio benevolentiae, figura retórica o literaria que consiste en
empezar un discurso con excelentes términos para ganarse el interés y la
simpatía del público desde un primer momento, muestra que Dios ha rasgado los
cielos y ha descendido en Jesucristo, a quien menciona al cansancio, evidenciándolo
como la fuente y medio de toda gracia y bendición, que se hace riqueza en la comunidad
cristiana de Corinto, no escatima en términos
para expresar esta realidad: Gracia, paz, enriquecidos con palabra y
conocimiento, testimonio, fortaleza, irreprensibles, llamados a la comunión, no
falta ningún don de gracia en ellos.
Pablo, desde este inicio
benevolente traza el arco de comprensión teológica de la “plenitud del tiempo”:
él es pleno por la Encarnación que apunta a la Parusía (segunda venida de
Jesús); pues, “Él los mantiene firmes hasta el final”.
El evangelio nos da las
actitudes que el creyente debe vivir en este tiempo intermedio entre la “presencia
histórica – nacimiento de Jesús en carne y su regreso glorioso al final de los
tiempos”: Mirar y vigilar son las actitudes básicas.
Según la parábola, el Señor ha
dado unas responsabilidades que hay que ejercer, cada uno a su trabajo. “Mirar
y velar” significa asumir la responsabilidad del momento histórico con los ojos
puestos en el regreso del Señor. No hay que perder la esperanza, o dejarse
engañar sobre el momento del regreso, pues nadie sabe cuándo, no se sabe si al
atardecer, a media noche, al amanecer, o de madrugada… ¡llegará de improviso! ¡Que
no nos coja dormidos!
El Adviento, nos ayuda a comprender las dos venidas de Jesús, nos
presenta la plenitud de la Encarnación en perspectiva del día final; es tiempo para
reconocer nuestra historia y hacerla oración, súplica confiada, sabiendo que
Dios es Padre y que nos ama, Él cuida y cultiva en cada creyente todas las
gracias y bendiciones; el Cristiano católico no le falta ningún don de gracia,
Dios ha sido generoso, ha desbordado sus cuidados con cada uno.
Adviento es despertar nuestra
identidad de cristianos, mantenernos despiertos, vigilar, orar, descubrir la presencia
amorosa de Dios nuestro padre que se hace presente con la plenitud de sus dones
en Jesús que se Encarnó para traernos esta plenitud de gracia. Es tiempo de
acoger, aceptar, recibir a Jesús de verdad con todas sus enseñanzas.
Adviento nos coloca de frente a
la paternidad divina. Usted y yo, y todos los bautizados somos hijos de Dios. Él
nos ha manifestado la plenitud de su amor. El Adviento nos recuerda el
acontecimiento asombroso, jamás oído, ni visto, Dios se hizo encontradizo en la
Encarnación, Él viene a nuestro encuentro para recordarnos que somos hijos
gracias a su amor, él viene olvidando nuestro mal, culpas, pecados, impureza,
Él viene para que no olvidemos su nombre, Él actúa como Padre que es, somos
obra de sus manos como arcilla en manos del alfarero.
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