XXIII Domingo Tiempo Ordinario – Ciclo B – Sept 09 de 2018


La presencia transformadora de Dios 

Temas: La alegría de la presencia de Dios que crea una nueva era, la “era mesiánica”. Los lugares teológicos de la presencia de Dios y su efecto transformador.

Is 35,4-7. El profeta Isaías en este capítulo manifiesta una serie de bendiciones reservadas a Jerusalén. La victoria depende de la presencia personal de Dios que ya llega, es Él quien concede el triunfo, por ello no hay motivo de temor, todo lo contrario, llega la manifestación mesiánica de su poder: ver, oír, saltar, cantar manifiesta la alegría y transformación inevitable e incontenible frente a la llegada de Dios. Nada permanece igual ante la presencia personal de Dios, el hombre se renueva, el desierto se convierte en un paraíso, todo evidencia el cambio maravilloso.

Sal 145,7-10. Este salmo, de forma poética, contrapone la suerte del que confía en los hombres y de quien confía en Dios. La parte proclamada en la liturgia de este domingo muestra la solicitud y el favor de Dios para con los necesitados, especialmente los oprimidos, los hambrientos, los cautivos, los ciegos, los encorvados bajo el peso de la vida, los peregrinos, los huérfanos y las viudas. La imagen que resalta es la de un Dios providente, amoroso y justo tiene su morada en la colina de Sión y desde ella mantiene su dominio por toda la eternidad. Si Dios es así y su poder obra en favor de los necesitados, ahora se entiende todo el cambio que se obra cuando Él se hace presente, como lo ha anunciado Isaías.

St 2, 1-5. Santiago coloca el dedo en el problema de las “categorías sociales”, las cuales no se pueden mezclar con la fe. La fe nos hace iguales, hijos de Dios, del mismo Padre a todos, por tanto no hay razones para las diferencias entre ricos y pobres, y menos que se dé preferencia en el trato al que tiene alguna solvencia material, pues recuerda un principio de la revelación y es que Dios, bueno y generoso con todos, ha elegido a los pobres como lugar teológico, es decir lugar en el que se hace presente.

Mc 7, 31-37.  Una perícopa exclusiva de Marcos, aunque haya milagros parecidos en los otros evangelios.

Ø  V. 31 el contexto geográfico, nos presenta el regreso de Jesús del territorio gentil: Tiro, Sidón y la Decápolis (10 ciudades), un giro un poco extraño para llegar de nuevo al mar de Galilea.
Ø  V. 32 está la situación difícil: un sordomudo, para quien piden la imposición de manos.
Ø  Vv. 33-34 las acciones de Jesús. Lo aparta de la multitud, realiza unos gestos para sanarlo, “le metió los dedos en las orejas y le puso saliva en  la lengua, gestos muy extraños para los que estamos acostumbrados a ver que realiza; extraños para nosotros que no sentimos ni pensamos como el sordomudo, para él fueron la manera apropiada con que Jesús le hace saber que se interesa por sus dificultades y que le hace presente de manera íntima y personal el poder de Dios. Sigue haciéndose comprender en el lenguaje de señas. Jesús levanta los ojos y da un gemido; le hace entender que la ayuda viene de Dios y que a Él nos dirigimos incluso con gemidos inefables, “El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Como nosotros no sabemos pedir como conviene, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indescriptibles” (Rm 8,26). Jesús sabe que está haciendo, el sordomudo está aprendiendo en su propio lenguaje a relacionarse con Dios.
Ø  V. 35 se verifica el milagro. El sordo oye y habla correctamente.
Ø  Vv. 36-37 las reacciones. Jesús pide que no se lo cuenten  nadie, pero la fuerza de lo acontecido hace que se divulgue con mayor fuerza de la prohibición; todos quedaban maravillados y cada uno comentaba todo el bien que acontecía.

Dios presente en Jesús

Isaías había anunciado el cambio que acontecería con la presencia personal de Dios, quien han escuchado este anuncio no les queda más que quedar maravillados al ver que Dios se está haciendo presente en las extrañas pero eficaces acciones del Joven Jesús de Nazaret. Sus gestos son la mano de Dios obrando en favor de los más necesitados lo que el profeta había anunciado, lo que por cientos de años se había orado con los salmos.

Jesús no hace acepción de personas, para Él no hay categorías sociales en la diferenciación de tener o no tener, para Él todos son necesitados de esa presencia personal de Dios que debe trasformar sus necesidades y dificultades en signos de una nueva era, de una era mesiánica en la que imperen los signos transformadores del amor de Dios.

Varias preguntas me asaltan ya bien para mí como para los demás. ¿Jesús es en verdad la presencia personal de Dios en mi vida? ¿Qué opresión, hambruna, cautiverio, sordera, ceguera, encorvamiento me ha sanado Dios? ¿En mi trato con los demás hago categorizaciones de orden económico? ¿Mi trato con Dios es íntimo y personal dejando actuar el poder del Espíritu Santo? Muchas otras pueden aparecer, pero cada uno se las puede plantear. Bendiciones.


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